NOVELA Regrese a 1998 y me convertí en un magnate Capítulo 4

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¿Doscientos se convierten en cuatrocientos sesenta?

¿En un día puedes ganar lo que normalmente te tomaría dos días y medio?

El viejo que vendía cajas de almuerzo de inmediato se sintió tentado. Con una sonrisa bobalicona, se subió un poco el pantalón y se agachó junto a Jiang Qin, exhalando un olor que era una mezcla de grasa y tabaco que hizo que Jiang Qin se sintiera un poco mareado.

Sin embargo, no dijo nada, simplemente se movió un poco hacia un lado y se colocó el cigarrillo que le había ofrecido el viejo detrás de la oreja.

En ese momento, Jiang Qin no parecía un recién graduado de secundaria, sino más bien un veterano callejero que dejó la escuela y ahora sobrevivía en las calles.

—Amigo, ¿me podrías decir la dirección donde vendiste las cajas de almuerzo?

Jiang Qin, como si lo hubiera previsto, levantó dos dedos con total naturalidad:

—Abuelo, dame doscientos yuanes y te la diré.

El viejo abrió los ojos de par en par, brillando con astucia:

—¿Doscientos yuanes? ¡En un día apenas si gano eso!

—Si cambias de ubicación, podrías ganar cuatrocientos.

—Primero dime y ya veré si vale la pena —dijo el viejo, dudando. Doscientos yuanes no era una cifra despreciable.

—Fuimos a la calle de cibercafés.

—¿Al final de Xinghai Road?

—Sí.

—Pensé que era un lugar mejor. En esa calle se hacen buenos negocios, pero los inspectores municipales son muy estrictos. Fui una vez y me confiscaron la bici. Hasta el día de hoy no he podido recuperarla.

—Todavía no termino. Dame los doscientos yuanes y te cuento lo demás. Si no te convence, te los devuelvo. Al fin y al cabo, soy un estudiante, no te voy a estafar, ¿verdad? —La voz de Jiang Qin estaba llena de un tono persuasivo.

El viejo dudó un rato más, pero finalmente sacó doscientos yuanes de su bolsillo:

—Habla, pero si no vale la pena, quiero mi dinero de vuelta.

Jiang Qin enrolló los billetes y los guardó en su bolsillo:

—En esa calle hay un lugar llamado Shuiyunjian, un centro de masajes. Desde la entrada, hay un gran patio en el interior, y las salidas de emergencia de siete cibercafés dan directamente a ese patio. Además, el guardia de seguridad es aficionado al tabaco Hongta Mountain, y lo más importante: allí no pasan los inspectores municipales.

—¿De qué me sirve el guardia? ¿Acaso va a dejarme entrar a vender cajas de almuerzo? —preguntó el viejo, escéptico.

Jiang Qin sonrió con calma:

—Es el padre del dueño de Shuiyunjian. Hace de guardia porque se aburre en casa.

El viejo reflexionó un rato y, de repente, su rostro se iluminó de alegría:

—Está bien, amigo. La próxima vez que vengas, el almuerzo es gratis.

—Trato hecho.

—¡Eres joven, pero ya tienes el lugar de masajes bien controlado! ¡Vas a llegar lejos!

Jiang Qin hizo un gesto de respeto con las manos:

—¡Gracias, gracias!

A su lado, Guo Zihang, que había estado callado todo el tiempo, agarró a Jiang Qin con manos temblorosas, mirándolo con ojos llenos de admiración:

—¿Viejo Jiang, ya has estado en un lugar tan asombroso como un centro de masajes?

—Es solo una etapa por la que todo hombre debe pasar.

—¿Ah?

—Basta de «ah». Hoy hemos ganado algo de dinero, te invitaré a comer algo bueno.

Jiang Qin se levantó, se sacudió el polvo del pantalón y, con más de setecientos yuanes en el bolsillo, comenzó a caminar por la calle principal.

Guo Zihang, observando cómo su amigo se alejaba con un aire despreocupado, quedó un tanto sorprendido, sintiendo que Jiang Qin tenía una madurez que parecía haber vivido muchas experiencias.

Era como esos personajes de televisión que, aunque siempre se reían y bromeaban, en el fondo tenían una mirada profunda que parecía capaz de ver la esencia de las cosas.

Habían pasado toda la mañana corriendo de un lado a otro, y solo habían ganado un poco más de trescientos yuanes, una cantidad que ni siquiera alcanzaba para comprar un paquete de cigarrillos. Pero Jiang Qin había afirmado sin dudar que había ganado cuatrocientos sesenta.

Lo más increíble era que el viejo, cuya astucia se veía a leguas, realmente había caído en su truco y pagó doscientos yuanes solo por una dirección.

Jiang Qin tenía una habilidad para hablar con adultos y decir cualquier cosa sin titubear, algo que Guo Zihang no podía hacer. Incluso cuando iba a comprar comida para su madre, ni siquiera se atrevía a regatear.

No es de extrañar que no le importe haber sido rechazado.

En la clase, todos pensaban que estaba fingiendo, que solo trataba de mantener una pizca de dignidad, aunque fuera patética. Pero en ese momento, Guo Zihang comenzó a creer que Jiang Qin realmente no le daba importancia a ese asunto.

Sin embargo, al pensar en Chu Siqi, el alma chismosa de Guo Zihang volvió a arder con fuerza.

—Viejo Jiang, ¿cómo va lo tuyo con la diosa Chu?

Jiang Qin lo miró de reojo:

—¿Qué podría haber entre nosotros?

—La has estado queriendo durante tres años, ¿y ahora lo dejas así? ¡Ella dijo que lo consideraría cuando llegaran a la universidad! —Guo Zihang no dejaba de insistir; no entendía por qué Jiang Qin renunciaba justo cuando estaban a punto de comenzar la universidad. Era como abandonar a medio camino.

—¿Y si dijo que en la universidad, es en la universidad? Yo ya no quiero esperar. Si las chicas guapas fueran de fiar, ¡los cerdos ya estarían subiendo a los árboles! —respondió Jiang Qin con una expresión indiferente y un tono lleno de desdén hacia el amor.

Tener una relación amorosa solo retrasaba la posibilidad de hacer dinero. Ser un perro faldero arruinaba la vida. Las lecciones dolorosas de su vida anterior lo habían dejado claro: las mujeres solo ralentizan la velocidad para ganar dinero, y fuera de eso, no sirven para nada.

Había experimentado el dolor de un amor adolescente no correspondido y el horror de una dote de trescientos mil yuanes. No es que no le interesaran las mujeres, pero ahora creía que en esta segunda oportunidad en la vida, debía tener claras sus prioridades.

—Pero… eso es solo lo que tú crees. ¿Y si Chu Siqi realmente quería salir contigo en la universidad? ¿No te parece una pérdida dejarlo ahora? —Guo Zihang insistía, incapaz de comprender la lógica de su amigo.

—Viejo Guo, si un hombre tiene esa mentalidad, básicamente se está encerrando en su propia prisión. Ya sea en el amor o en el trabajo, si no lo tienes en tus manos, por mucho que te lo juren, no te lo creas —respondió Jiang Qin con una mirada ligeramente más profunda, recordando las promesas que le habían hecho cuando recién empezó a trabajar.

Participaciones en proyectos, acciones de la empresa, viajes al extranjero, subsidios para familiares cercanos… Era lo mismo que Chu Siqi diciendo «si te esfuerzas, saldré contigo». Todo eso eran cuentos, cosas que todo el mundo sabía pero que nadie había visto jamás.

Tener esperanzas en esas promesas era tan inútil como creer en fantasías. Y en ese instante, Jiang Qin no pudo evitar recordar a ese supuesto héroe del que tanto hablaban. Se suponía que lo ayudaría cuando lo necesitara, pero al final solo le dio un apoyo temporal y luego desapareció, dejándolo completamente solo en la oscuridad, sin devolverle nunca la ayuda que le había prometido.

N/T:Esto hace referencia a ultraman

No ser un perro faldero ni un esclavo corporativo, y dedicarse a ganar dinero: ese era el verdadero camino de la vida.

Mientras tanto, Guo Zihang comenzó a rascarse la cabeza a gran velocidad, emitiendo un sonido de «sss sss» con la boca.

Jiang Qin, extrañado, lo miró detenidamente:

—¿Qué te pasa? ¿Saliste sin lavarte el pelo?

—No, siento que después de escuchar tus palabras, mi cerebro está empezando a funcionar.

—¿?????

A las cuatro de la tarde, Jiang Qin y Guo Zihang salieron del restaurante, ya llenos y satisfechos.

Sin embargo, Guo Zihang no podía dejar de pensar en ir a un bar y quería que Jiang Qin lo llevara a probar la experiencia. Pero antes de que pudieran dar unos pasos, dos figuras conocidas aparecieron ante ellos.

Una era Wang Huiru, la representante de matemáticas de la clase, y la otra era Chu Siqi, la chica más bonita de la clase.

Las dos chicas salían del paseo comercial cogidas del brazo, una con una salchicha de almidón en la mano y la otra con un caramelo confitado.

El calor del verano les había hecho sudar un poco, empapando su cabello frente a la frente y coloreando sus mejillas de un rosado encantador. Sus respiraciones rápidas hacían que sus pechos, que ya comenzaban a tomar forma, subieran y bajaran constantemente.

Wang Huiru tenía una apariencia dulce y delicada, con un aire de chica de barrio que encajaba perfectamente con sus hoyuelos cuando sonreía. Llevaba un peto que la hacía ver juvenil y vibrante. Si la veías sola, podrías considerarla una belleza, pero al lado de Chu Siqi, perdía su ventaja.

Chu Siqi llevaba hoy un vestido largo de color beige, cuyo dobladillo caía hasta la altura de las rodillas. Sus ojos eran vivos y brillantes, sus rasgos faciales finos, con labios carnosos y una piel más blanca que la nieve, lo que hacía que Wang Huiru, a su lado, pareciera una simple acompañante.

Cuando los cuatro se encontraron, la primera en reaccionar fue Wang Huiru, quien siempre mantenía la mirada al frente. Levantó la mano de inmediato para saludar.

“¡Jiang Qin, Guo Zihang! ¿Qué hacen aquí?”

Al escuchar que alguien lo llamaba, Jiang Qin levantó la cabeza por reflejo y, por un breve instante, su mirada se cruzó con la de Chu Siqi entre la multitud bulliciosa. Luego, su sonrisa se desvaneció y desvió la vista con cierta indiferencia.

Quizás debido a que llevaba consigo los recuerdos de su vida pasada, Jiang Qin ahora veía las relaciones interpersonales desde una perspectiva casi omnisciente, lo que le hacía sentir un desinterés genuino por Chu Siqi.

Sin embargo, el alma de un hombre de casi cuarenta años le daba la madurez suficiente para no darle la espalda y marcharse, pero ese era el límite de su cortesía.

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